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Paredón y después

Paredón y después


Los Libertadores juntos, Simón Bolívar y José de San Martín: ¿qué análisis harían hoy?
Monumento en Guayaquil (Flickr)

 

Chile, México, Colombia y Venezuela se suman, también, a los festejos sureños del Bicentenario. Balances, proyecciones y desafíos que marcan la agenda de cada país.

Entre los cuatro, contabilizarían un PBI de poco más de US$ 1,82 billón (millón de millón) y alcanzarían una fuerza laboral de casi 90 millones de personas. Chile, México, Colombia y Venezuela son los otros vecinos regionales que este 2010 celebran su Bicentenario. Una historia de cuatro hermanos que, como la Argentina, cuentan sus propias glorias, gestas, fracasos y triunfos. Alentados por la Revolución de los Estados Unidos (1776) –que enmarcaba al país que hoy luce las 50 estrellas como una nación con vocación democrática, fuerte y próspera–, estas tierras buscaron vientos de cambio. A 200 años de aquel 1810, luego de luchas de facciones en pugna por el poder y por la riqueza de los recursos, los retos y agendas encuentran puntos de contacto pero, también, de disidencia. Es que, justamente, la historia de los últimos dos siglos en América latina es una compleja crónica de desafíos. Algunos de ellos, resueltos, pero otros, la mayoría, pendientes.

 

Del otro lado del muro

 México

Con un PBI que supera US$ 1 billón, México, al igual que el gigante brasileño, se presenta como una potencia regional, aunque a la sombra de su vecino norteño. El país recibió 2010 como un peso pesado dentro de América latina y el hecho de sentirse satisfecho se plasma en el festejo patrio a través de una abultada agenda: un ciclo radial y televisivo de 150 programas, hasta la antorcha del Fuego del Bicentenario.
“En buena parte de las obras de infraestructura que se hacen en estos meses, el gobierno mexicano impone los nombres del Bicentenario para perpetuar su memoria el día de mañana”, explica Alfonso Nieto Zermeño, consejero de la Embajada de México en la Argentina.
La nación que vio nacer a los alegres mariachis destaca por el fuerte orgullo hacia la tradición criolla. “La Nueva España fue el centro de la economía colonial hispánica, donde, paradójicamente, se gestó un fuerte sentimiento antihispanista”, explica Ricardo López Göttig, director del Consejo Académico del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América latina (CADAL). Este sentir fue acompañado por el indigenismo que, en la historia de la tierra que vio nacer a Chavela Vargas, comenzó a escribirse al oído del grito de Dolores (16 de septiembre de 1810), que inauguró el camino a la Independencia.
Éste y un posterior alzamiento popular (1815), liderados por clérigos con apoyo de los indígenas y la participación de mestizos y blancos pobres, concluyeron en 1821 con la independencia.
Sin embargo, y tal como explica Gustavo Paz, titular de historia americana en la Universidad Nacional Tres de Febrero e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), “la Revolución Mexicana, por antonomasia, es la de 1910”. El proceso revolucionario de principios del siglo XX marcó el destino político del país y llevó al poder al sector que lo monopolizó por más de medio siglo, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que mantuvo la tradición antihispanista e indigenista.
La agonía del siglo pasado ofreció un cambio en los aires políticos y nuevas perspectivas. Si bien los problemas estructurales variaron poco, se agregó el peor dolor de cabeza en las últimas décadas para el gobierno azteca: el narcotráfico. Además, agobiado por la vecindad con su gran hermano del norte, que en el pasado le amputó 2 millones de km2, México se debate constantemente entre la sumisión a los Estados Unidos o la búsqueda de alternativas. “Por un lado, se reintegró al NAFTA (N. de R.: Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Pero, además, por año recibe cerca de US$ 25 millones en concepto de remesas de los mexicanos residentes en el país vecino”, indica Eduardo Fracchia, director del IAE Business School. De los US$ 2000 millones en exportaciones aztecas, el 80 por ciento se dirige a los Estados Unidos.
El mercado interno, con más de 100 millones de consumidores, resulta competitivo. Asimismo, los indicadores macro son favorables: bajo índice de inflación, estabilidad en el tipo de cambio y un motor industrial, sobre todo en las regiones del norte, como Guadalajara, Monterrey y el DF. “Es una economía en crecimiento”, sintetiza Fracchia. Es que, además, muestra signos de prosperidad de la mano de cuantiosas inversiones en Real Estate: el moderno barrio Santa Fe, centro financiero del DF, es un verdadero polo de desarrollo.
Sin embargo, el narcotráfico, la corrupción, la ineficiencia burocrática y el alto índice criminal subrayan la agenda nacional sobre los problemas que deben ser resueltos.
Asimismo, en la perspectiva social, la diversidad geográfica se presenta como un problema y la integración de un norte más próspero frente a un sur que lo envidia es otra meta pendiente, así como la mejora educativa. En ese aspecto, el ranking del World Economic Forum (WEF), de una muestra de 133 países, ubica a México en un puesto poco alentador (65) y no mucho mejor en competitividad (60). Las variables macro se ubican en un positivo Nº 28, pero las instituciones en un mediocre Nº 98.
Por su parte, el Partido de Acción Nacional (PAN) debe moverse con cautela, eludiendo la tentación populista, y evitar recaer en el monopolio del PRI y superar las trabas de un sistema político muy primitivo.
“La mejor forma de hacerlo es construyendo la legitimidad, luego de unas elecciones muy ajustadas”, concluye López Göttig.
La salida del poder del PRI, y el ascenso del PAN, colocó al presidente Felipe Calderón en un rol resignificador de doble festejo, por la denominada insurgencia de 1810 y el Centenario de la Revolución Mexicana. En un año capital, el principal desafío lo constituye vencer al narcotráfico, una batalla que, pese a la imagen positiva del primer mandatario, no se gana al momento.

 

Una nación fenicia en el sur

A pesar del último terremoto, a Chile lo caracteriza la estabilidad. “El país se organizó en la primera mitad del siglo XIX y montó un sistema unitario y centralizado de gobierno que le dio gran poder al Ejecutivo”, analiza Fabián Calle, politólogo y docente en la Universidad Torcuato Di Tella y Universidad Católica Argentina (UCA). Un ejemplo, no por ello feliz, fue la dictadura de Augusto Pinochet (1973–1990), que dejó su huella en el presente trasandino. Corría septiembre de 1810 cuando el pueblo chileno, casi a imagen y semejanza de lo que sucedía en casi toda Hispanoamérica, constituyó su propia junta de autogobierno en fidelidad a la monarquía del cautivo Fernando VII. A pesar del impulso de los personajes liberales más encumbrados de la dirigencia local, no se pudo hacer frente a la Reconquista de 1814, enviada desde Perú, según señala Paz. En 1818, y de la mano de José de San Martín, llegó la independencia. Desde aquel momento, su historia ha sido el ascenso a la cumbre en el liderazgo del Cono Sur. ¿Cómo fue posible?
La idiosincrasia se tradujo en una posición predominante y en un crecimiento económico sostenido del 6 por ciento en los últimos 30 años, acompañada por un descenso espectacular del 20 por ciento de la pobreza. Caso de excepción en la región, el país se jacta de la buena inserción internacional gracias a la diversificada economía agroexportadora. “Funciona como una isla donde los chilenos pelean con fuerza”, agrega Fracchia. Sin embargo, el principal rubro exportador de esta nación de espíritu mercantil “está anclado en el sector primario y persiste la duda sobre si el modelo seguirá siendo el agroexportador”, según explica Calle, quien agrega: “Por eso, la industrialización representa un desafío a largo plazo”.
Por otra parte, canta presente una triste definición de la integración regional en la que “Chile no quiere casarse con un hermano mediocre” (aludiendo a la Argentina), según observa Fracchia, sino acercarse a Brasil. La distancia con la Argentina se refleja en una cuestión del problema energético, dado que su vecina ya no lo abastece.
El país trasandino ocupa un promisorio puesto 30 en el ranking WEF de competitividad y los indicadores macro son favorables: déficit bajo, inflación inexistente, eficiencia del mercado y buena tasa de innovación productiva. La balanza de pagos arroja un saldo positivo, aunque el problema principal es la inequitativa distribución del ingreso. A eso se suma un deficiente mercado laboral, producto de un sistema educativo que debe ser mejorado (puesto 117), problemas en el acceso al financiamiento y, como en casi toda América latina, de corrupción (si bien en un grado mucho menor que en otros países) e ineficiencia burocrática.
Aunque el terremoto de febrero no modificará las variables macro, al país le costará unos US$ 30 millones la recuperación. Y a las falencias en infraestructura, el sismo vino a complicar el panorama.
La elección de Sebastián Piñera, tras 20 años de dominio de la Concertación, no cambió el modelo. “Ha sido la estrella en las últimas dos décadas, un proyecto de nación que no se altera frente a los cambios de gobierno”, sostiene Mariano Aguas, coordinador de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Palermo (UP).
Tal vez el Bicentenario dé lugar a una reflexión de por qué un país que tiene un nivel alto de gasto en defensa nacional (el segundo más alto de Sudamérica, superando el 3 por ciento de su PBI, según un balance del Centro de Estudios Nueva Mayoría de Buenos Aires), presenta una distribución del ingreso que lo asemeja a países mucho más pobres, acota Calle. No obstante, el optimismo chileno está presente y puede ser comparado al imperante en 1910 en la Argentina, en ocasión del Centenario. “Las perspectivas en el país trasandino son más que auspiciosas”, agrega López Göttig.

 

Estado jaqueado y economía paisa

Colombia celebra el 20 de julio. Sin embargo, el problema del narcotráfico, y su consecuente crimen organizado, no aparenta tener solución, sobre todo en algunas regiones del interior del país. De hecho, están apareciendo nuevos grupos paramilitares que se suman a la presencia de las peligrosas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “Son las sombras que oscurecen el panorama”, opina Fracchia.
“No obstante, la democracia colombiana ha dado signos de progreso y las presidencias de Álvaro Uribe han revertido, en buena parte, el síndrome de debilidad estatal”, apunta Mariano Aguas.
En materia de competitividad, Colombia no se encuentra del todo bien ubicada según el WEF (69), pero es una economía que promete. Su principal rubro de exportación es el petróleo y, como México, concentra el grueso de su venta a los Estados Unidos (85 por ciento), asunto que debería replantearse, según refiere Calle. El tamaño considerable del mercado, con una población que supera los 45 millones de habitantes, sumado a la apertura económica de la nación, es otro factor positivo.
Los desafíos pendientes, sobre todo, son los referidos a la esfera social. “El gobierno colombiano debe invertir en materia de seguridad y en la lucha contra la pobreza y la marginalidad. Para ello, debería aumentar la recaudación impositiva, que se encuentra en un pobre 15 por ciento del PBI”, agrega Calle. Otros temas pendientes son algunos indicadores macro, como la inflación y las barreras arancelarias. “La falta de infraestructura y la corrupción son males endémicos de la región que también padece Colombia, aunque compensa el hecho de tener un sistema educativo medianamente funcional”, observa Fracchia.
En materia de asuntos exteriores, el acceso a las fuentes de financiamiento sigue siendo limitado, aunque la relación con los Estados Unidos tiende a ser fluida: incluso, está pendiente la aprobación de un Tratado de Libre Comercio. “Un poco más turbio es el desafío pendiente de mejorar las relaciones con sus vecinos, Venezuela y Ecuador”, advierte Fracchia.
En ambos casos, el supuesto apoyo a las FARC ha enardecido a la dirigencia de Bogotá. El Bicentenario, al igual que en la vecina Venezuela, debe ser un pedestal simbólico para volver a las esencias de la nación colombiana, sin resquebrajamientos ni divisiones.
Así lo quieren los colombianos, con una nutrida agenda de festejos que abarca todos los meses de este año, según la programación de la Alta Consejería para el Bicentenario de la Independencia, y la inclusión de una nueva versión del himno nacional, que incluye a grandes de la canción de este orgulloso país cafetero, como Carlos Vives.

 

Sueño bolivariano

En Venezuela, que celebró su Bicentenario en abril, el camino de la democracia fue difícil –y lo sigue siendo–. Su historia toma como punto de partida, también, 1810, año de la creación del primer gobierno patrio. Un año más tarde, se declararó la independencia aunque la acción no tardaría en ser reprimida por las autoridades españolas. Sin embargo, el sueño bolivariano sería reflotado tras una lucha que se prolongó hasta casi 1821.

El siglo XX, en sintonía con la rima latinoamericana, no sería sencillo, y dio lugar a gobiernos autoritarios.
Por caso, Hugo Chávez llegó democráticamente al poder en 1999, aunque, más tarde, se negó a cederlo. Camino a la presidencia vitalicia, generó divisiones profundas en la sociedad venezolana. “El principal desafío es lograr la estabilidad democrática y el surgimiento de un sistema partidario, que reestructure las vetustas estructuras políticas”, indica Fracchia.
Venezuela es un país con grandes trabas al desarrollo y monoproductor dependiente de su industria petrolera. Dentro del ranking WEF de competitividad, se ubica casi en el fondo, en el puesto Nº 113.
La inversión extranjera es reducida y el país resulta riesgoso a la hora de hacer negocios. Sólo superada por la Argentina y un poco mejor que Ecuador, Venezuela se ubica entre las naciones con más alto riesgo país del planeta, según J.P. Morgan.
Algunas variables macro alarman: la inflación es constante y el mercado es ineficiente como distribuidor de recursos. A la plaza laboral no le va mejor: arroja una cifra de desempleados que supera el 10 por ciento, generadora de delincuencia y marginalidad. Caracas es la ciudad más insegura de América del Sur y, según Transparencia Internacional, Venezuela es el país donde se observa mayor corrupción de toda la región: en el ranking de los menos corruptos ocupa el lamentable puesto 162 de 180 países, muy por detrás de México (89), Colombia (75), y Chile (25).
Con este panorama poco alentador y una situación política crispada por la polarización entre los partidarios de Chávez y la oposición, los desafíos son múltiples.
Una reforma del sistema político resulta tan necesaria como la diversificación productiva para no depender sólo del petróleo. “Se deben hacer grandes esfuerzos para captar la inversión directa externa y mejorar la capacidad de inversión en general”, explica Fracchia. Por último, el país acusa una diferenciación regional muy fuerte entre la zona metropolitana y el interior, otro reto pendiente.
Venezuela se encuentra en la encrucijada de profundizar un modelo populista, que se muestra como una vía peligrosa por el nivel de conflictividad social que ha desatado. El régimen chavista busca rescatar los valores primordiales que, considera, deben impregnar la nación y el Bicentenario pasó a ser una instancia para reforzar el bolivarianismo y el antiimperialismo.

 

Bicentenarios y discursos simbólicos

López Göttig entiende que el Bicentenario es un espacio para la producción del discurso simbólico, es decir, una declaración de principios de qué es lo que se quiere reforzar en cada nación que lo celebra. “Es una etapa de reflexión, si bien no necesariamente de consensos”, agrega Calle. El caso venezolano muestra a flor de piel esa máxima.
Hay variables que cruzan todo el espectro latinoamericano. “La principal es la cultura política, que lleva implícita la erosión del Estado y la escasa raigambre de los principios constitucionales (excepto en parte para el caso chileno)”, explica Aguas. Si 1810 fue el espacio simbólico de fundación de Repúblicas, 2010 debe ser el marco de la refundación y superación del principal desafío regional: la democratización, esto es, transformar la política del disenso en consenso, en definitiva, “dejar de pensar la política en clave de amigos y enemigos”, reflexiona Aguas.
Otro desafío es la conciliación entre el Estado, como debe ser entendido, y el populismo, una tendencia que, hasta el momento, se mostró poco saludable.
El Bicentenario constituye una oportunidad para realizar balances, mirar al pasado y sentir orgullo, aunque con la conciencia clara de que todavía quedan muchos desafíos por afrontar.

 

 

 

Europa: un Bicentenario distinto
Europa fue la cuna y el origen desde el cual se erigieron vastos imperios coloniales a lo largo de los últimos 400 años por casi todo el globo. A diferencia de los países de América latina, el camino de la libertad se construyó en el viejo continente mediante la extinción del feudalismo y de las rémoras retrógradas y oscurantistas del mundo medieval. El año 1789 marcó la entrada del continente en la Modernidad, auspiciada por la Revolución Francesa, de la cual se celebró su Bicentenario en julio de 1989.
Una eclosión de jornadas, congresos y eventos de todo tipo jalonaron la agenda de dicho año en la nación gala. Sobre todo, se celebró la base que hace a la moderna concepción jurídica del hombre, al pensarlo como libre e igual entre sus semejantes. Paradójicamente, estas ideas que a tantos beneficiaron en Europa, provocaron que Francia y las otras potencias coloniales progresivamente perdieran sus territorios de ultramar, como le sucedió a España entre 1808 y 1824 en la América continental, y finalmente en 1898, al independizarse sus últimas posesiones insulares: Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

 

 

 

Publicado en el Especial Bicentenario de diario El Cronista Comercial, edición del 26 de mayo de 2010.

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