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Los costos ocultos de La Niña en la economía

Las sequías en el país, efecto del cambio climático, están al acecho. Qué hay detrás del alerta naranja declarado en enero. Las implicancias económicas de este fenómeno y su impacto en cultivos como la soja. El riesgo alimenticio como prioridad.

«El Gobierno deja de percibir nuevos recursos. Todo el resto sigue tributando y, por tanto, es un esfuerzo muy grande de toda la sociedad argentina por los productores afectados por la sequía», sentenció en 2009 la presidenta Cristina Kirchner, preocupada por el retraso en los pagos del campo ante la peor sequía registrada en los últimos 50 años.

Web Agraria Perú

El fenómeno climático de La Niña se hizo sentir con intensidad y sus efectos se acrecientan conforme el cambio climático avanza. Brasil, Colombia, Venezuela, Pakistán y Australia son algunos de los países que sufrieron sus consecuencias recientemente. En la tierra de los canguros, La Niña fue culpable de grandes inundaciones que perjudicaron a unos 200.000 australianos y que harían aumentar hasta en un 30% el costo de los alimentos en los próximos meses. De hecho, en 20 años el calentamiento global puede tornarse una amenaza para la Argentina mientras que en el mundo las pérdidas podrían superar el 20% del PBI y llegar al 137% del latinoamericano, conforme un estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Ahora bien, qué son estos fenómenos, qué riesgos conllevan y cuáles son los costos económicos asociados son algunos de los interrogantes que los especialistas buscan responder.
Se trata de cambios bruscos del clima, agrupados en tres fases: el Niño, en años calientes; La Niña, en los fríos; o neutros, en momentos en donde no hay variaciones importantes. El Niño – Southern Oscillation (ENSO), debido a que provoca oscilaciones en la temperatura de la superficie del mar en la zona este del Pacífico Ecuatorial, es la variación natural más fuerte del clima en escalas temporales interanuales, asegura un estudio del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. «La Niña, en cambio, es un fenómeno de evolución ENSO en general sobre el este del país que implica un predominio de clima seco a partir de octubre», explica Vicente Barros, profesor en climatología de la UBA. Al ser fenómenos que prevalecen por secuencias, se los puede datar con un criterio histórico. Entre 1976 y 2000, predominó la aparición de El Niño, antes y después su inversa, con mayor intensidad. «Aproximadamente, los eventos ENSO tienen una recurrencia de entre 3 y 4,5 años. Se trata de procesos recurrentes en el mediano plazo, no el largo», sintetiza Pablo Canziani, investigador del CONICET.
Con fuerte presencia durante 2009, la Niña llegó para quedarse. Durante los primeros días de enero de este año varias provincias declararon la emergencia agropecuaria, ya que los dos últimos meses del año pasado registraron pérdidas por u$s 832 millones. «Si bien las lluvias de enero atenuaron su impacto, desde la primavera ha venido para quedarse hasta el otoño próximo», advierte Barros.
El impacto más evidente de este fenómeno se da en el terreno agropecuario; en segundo término, en el rubro energético y, en parte, en la actividad turística. La disminución de las precipitaciones, la característica más marcada del fenómeno climático, es el peor riesgo para el agro. «En la Argentina, El Niño y La Niña alteran los patrones de precipitación y los rindes de los cultivos en la región pampeana, con elevada variabilidad espacial y temporal, por lo que el sector agrícola está sometido al impacto de eventos climáticos que se convierten, crecientemente, en eventos extremos», explica Hernán Carlino, representante del Centro de Estudios en Cambio Climático de UTDT. Si bien 2009 tuvo un enero muy seco, La Niña no lo explica todo. «Tanto El Niño como La Niña se combinan con otros factores climáticos y provocan consecuencias indeseables», sentencia el climatólogo de la UBA.
El país considerado granero del mundo en el pasado hoy padece graves sequías que resienten su capacidad productiva. Además de las reses muertas, el principal impacto se da en los cultivos. Pero no todos lo sufren de igual forma. «Diversos estudios demuestran mayor vulnerabilidad para el cultivo de maíz, seguido por la soja y, en menor medida, el trigo», indica Mitar Begenisic, director de la licenciatura en Administración Agropecuaria de UADE. De hecho, «en la fase La Niña se observaron reducciones en los rendimientos de maíz y soja e incrementos en girasol», agrega Carlino. La soja, que en 2010 alcanzara una cosecha récord registrando 55 millones de toneladas, ha ingresado en una fase crítica. No obstante, no todos los cultivos se resienten por la falta de agua. Los frutales, con cierta reserva hídrica y bajo un clima más seco, pueden rendir una mejor cosecha.
El efecto de la disminución en las precipitaciones no discrimina, golpeando a todos los sectores por igual. De tal modo, se ven perjudicados tanto los productores y comerciantes, como los consumidores. En un país que lidia con un índice de inflación del 25% anual, un nivel menor de lluvias implica un alza en los costos de producción de los alimentos ante la merma y, por ende, subas generalizadas en los precios finales. Sin embargo, «los últimos estudios de mercado parecen estimar un aminoramiento de esta reducción de cosecha debido a las lluvias registradas en enero», repara Enrique Kawamura, profesor asociado de la UdeSA. Los más golpeados serían aquellos sectores que no tuvieran seguros contra estos contratiempos, como pequeños productores y comercializadores. Pero la enumeración no se detiene allí. «Si este fenómeno redunda en menor oferta mundial de ciertos cereales clave, podría implicar, eventualmente, un incremento en el precio de una parte de los alimentos que perjudicaría a las familias de menores ingresos», agrega.
Respecto a estimaciones sobre pérdidas, éstas no son fáciles de precisar debido a la ocurrencia actual del proceso. Estos problemas desalientan la inversión. «Esta falta de inversión puede implicar un problema en el crecimiento del PBI agropecuario y aún en el PBI de un país como Argentina con fuerte dependencia de este tipo de productos», comenta Kawamura. No obstante, se pueden precisar algunos datos. La Bolsa de Comercio de Rosario, en su Guía Estratégica para el Agro, consignó pérdidas en la cosecha de maíz que rondarían entre el 15 y el 50% de caída para este año respecto de 2010. La Bolsa de Cereales indica en un estudio la disminución del 7% de la superficie de cosecha para ese producto. Sin embargo, el trigo tuvo un despliegue muy bueno. «A priori es demasiado difícil efectuar una previsión, dado que la evolución climática puede confirmar o no las previsiones que se tenían respecto de los efectos de La Niña en las precipitaciones», remata el experto de la UdeSA.

Planificar es la cuestión

La evolución de La Niña se puede prever con una anticipación de varios meses, pero tomar medidas en pleno ENSO resulta ineficaz y tardío. En cambio, sí se puede planificar. «Dado que se trata de procesos con repercusión dentro de un ciclo estacional, lo que se requiere es planificación de estrategias para definir actividades menos vulnerables en la fase del ENSO que se deba enfrentar», explica Canziani. Como ningún fenómeno es idéntico al anterior, lo mejor es considerar estrategias de manejo de actividades ante pronósticos de ocurrencia de esas situaciones. Por ejemplo, es más fácil predecir la situación a futuro en cultivos más sensibles a los cambios climáticos y que registren antecedentes, como el maíz.
En fin, no hay recetas mágicas. «La previsión tiene que ver con el conocimiento del fenómeno del que se trata, de su naturaleza y comportamiento», sintetiza Begenisic. Una estrategia posible en el agro es la de adecuar el tipo de cultivo a las circunstancias y al comportamiento de la clase de suelo que se trate. «Prestar especial atención al armado de la rotación tendiendo a la diversificación de la producción a nivel establecimiento y a nivel regional, a la elección de especies y variedades en función de las contingencias y a las prácticas culturales tendientes al almacenaje y cuidado del agua», recomienda el experto de la UADE.

 

 

Turismo en riesgo

Si bien buena parte del turismo en la Argentina -que en 2010 recibió a poco más de 2,5 millones de extranjeros- es urbano y, por lo tanto, La Niña no tendría ninguna incidencia directa, en otras actividades del sector sí se podrían sentir sus efectos. En muchos casos, se limitan viajes de corta duración y distancia debido a que los turistas conocen el pronóstico meteorológico y los posponen. No es un dato menor. En efecto, el gasto generado por los turistas en el país durante 2010 fue de u$s 3.371,8 millones. Por caso, si disminuye la nieve por caída de las precipitaciones en el invierno próximo, se resentiría la actividad turística relacionada con los deportes invernales en la zona cordillerana. Sin embargo y dependiendo del lugar, algunas actividades pueden beneficiarse por la escasez de agua. “Empiezan a existir pequeños grupos de viajeros que viajan a ver manifestaciones del cambio climático. El Glaciar Perito Moreno, las Cataratas del Iguazú y la Antártida son los destinos más buscados para ver esta manifestación”, indica Jorge Castillo, director de la licenciatura en turismo y hotelería de UADE.

3 thoughts on “Los costos ocultos de La Niña en la economía

  1. EN VERDAD ESTA MUY BIEN DESCRIPTO ESTOS FENOMENOS QUE SON LA NIÑA Y EL NIÑO ,UNO QUE VIVE SIEMPRE AL MARGEN ES DE SUMO INTERES ESTOS DESEQUILIBRIOS QUE CAUSA EN LA ECONOMIA INCLUSO EN EL TURISMO FELICITACIONES EN ESTE CASO AL SEÑOR OMER FREIXAS MUY BUENA NOTA

  2. Muchas gracias estimado Juan. Al fin el destino se apiadó de mi ruego por comentarios constructivos, ante ciertas recurrencias en el sentido opuesto, obviamente eliminadas por excesiva falta de criterio y por estar acompañadas de un patrioterismo del estilo bien barato.

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