El invierno egipcio en la «primavera árabe»
El invierno egipcio en la «primavera árabe»
Egipto atraviesa una crisis de gravedad novedosa. El país quedó sumido en el caos luego de que la semana pasada se registraran más de 1.000 muertes, tras choques entre las fuerzas de seguridad y leales a la oposición, que causaron estupor en la comunidad mundial. La excarcelación de Mubarak ayer generó más incertidumbre. Expertos dan su lectura sobre el complejo panorama.
Un país eminentemente agrícola, poblado por unas 85 millones de almas, en su mayoría musulmanas sunnitas, un PBI de u$s 256.700 millones que creció 2,2% en 2012 y una posición geográfica privilegiada, siendo punto de conexión y salida de las rutas hacia Oriente, el país árabe más poblado sale a la luz de las noticias no por su indiscutido potencial turístico, sino por hechos lamentables que deben su origen a las vicisitudes políticas que arrastra desde 2011. La crisis social enciende la alarma y el efecto contagio preocupa. Quién es quién en el pandemonio en que se ha convertido Egipto y qué papel juegan las grandes potencias.
Democracia y represión
La Plaza Tahrir de El Cairo, símbolo de la liberación en 2011 de la caída del impopular dictador Hosni Mubarak, al inicio de la primavera árabe, hoy tiene una connotación muy diferente. Se ha convertido en un matadero y escenario de la más vil represión estatal. La semana pasada, los cables aceleraban las noticias y con el paso de las horas la cifra de caídos se incrementaba. 50, 80, 100, 300, 500. Las fuerzas leales al régimen que copó el poder el pasado 3 de julio barajaron unas cifras menores al conteo de las fuerzas opositoras que fueron gobierno un año, los Hermanos Musulmanes. Los islamistas llegaron al poder por la vía democrática el 30 de junio de 2012, pero en un año encendieron enconos al no cumplir sus promesas y, entre otros puntos, nombrar al responsable de una matanza en los 90 al frente de una gobernación. A partir del golpe, a sus seguidores se los vio acampando en los puntos neurálgicos de la capital para pedir la restitución del presidente Mohamed Mursi, y el gobierno interino comenzó a desalojarlos. Esta acción costó muy caro. En 48 horas el número de muertos se aproximó al millar. El viernes pasado, la Hermandad convocó a una jornada de ira, que trajo más muerte. A mayor movilización opositora, la represión se incrementa. «La movilización social aspiraba al establecimiento de un proceso político de reforma constitucional más incluyente y democrático, no a una dictadura militar», explica Khatchik Der Ghougassian, profesor de Relaciones Internacionales de UdeSA. La mano dura por ahora es la respuesta a corto plazo al interrogante sobre el futuro de Egipto, que se explica a partir de dos posturas encontradas, la de la Hermandad Musulmana, por un lado, y el Ejército, por otro.
El pueblo egipcio divide su lealtad entre estos dos bandos. Los islamistas lamentan la pérdida de poder y se niegan a que el Ejército lo detente. Apenas participaron en las protestas que derrocaron a Mubarak. «Pero cosecharon el fruto del esfuerzo que otros realizaron pagando incluso con su vida para conseguir el cambio», observa Waleed Saleh, profesor de estudios árabes e islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). No existe consenso y la polarización es la lectura más rápida a hacer. Egipto atraviesa un serio problema de consolidación de cambio de régimen político donde las fuerzas más importantes no acuerdan las bases de una nueva legitimidad, expone Mariano Aguas, coordinador del departamento de Ciencia Política de la UP. «El gran problema hoy es que Egipto sin Mubarak todavía no es el Egipto post-Mubarak», sintetiza Iván Petrella, profesor de Ciencia Política de UTDT y director académico de la Fundación Pensar.
Hasta ahora, la violencia es la única coordenada clara en un panorama político que no se reduce solo a un enfrentamiento entre militares laicos e islamistas, o entre democráticos y autoritarios. «El escenario es más complejo», puntualiza Susana Brauner, profesora de la licenciatura en Gobierno y Relaciones Internacionales de UADE. «Es muy probable que algunos sectores islamistas recurran a actos de violencia armada que los militares usarán para justificar más represión», afirma Der Ghougassian. Hasta ahora, descontando que la mayoría de los movilizados fallecidos eran civiles partidarios de Mursi, el gobierno interino arremete contra los Hermanos Musulmanes y pretende disolver el partido. Se demoniza a la Hermandad tildándola de terrorista. Turquía y Qatar continúan sosteniéndola, mientras que el respaldo interno se manifiesta en tres millones de seguidores, a los que el jefe de las Fuerzas Armadas declaró que necesitaría medio año para eliminarlos o encarcelarlos.
Los islamistas antes del golpe del 3 de julio parecen haber perdido algo de terreno. «La Hermandad gobernó un año y los ciudadanos descubrieron la realidad de su pensamiento y de su comportamiento que la inmensa mayoría rechaza», resume Saleh. Un análisis más meticuloso permite ver que existe un ejercicio pernicioso de poder que se repite una y otra vez, sin importar quien maneja el gobierno se excluye al que piensa diferente. «Ignoran principios básicos de cualquier democracia», subraya Petrella.
Intereses en juego
Los intereses que se juegan son diversos y los dos actores de esta crisis buscan cuidar los suyos. «Desde las potencias occidentales, pasando por actores corporativos, Irán o Al Qaeda, existen muchos entrecruzados, sumados a los propios domésticos», sentencia Aguas. Ejemplo de estos últimos es el caso del turismo, una de las principales fuentes de ingresos del país (12% del PBI). Ahora bien, los generales del Ejército controlan en torno al 35% de la economía del país que en buena medida depende de esta actividad, de modo que los Hermanos Musulmanes son percibidos como una amenaza para ese sector ante sus estrictas medidas. «Las Fuerzas Armadas son el actor con más recursos y, dado el panorama, la Hermandad sabe que Mursi no será restituido», complementa el docente de UTDT.
Las grandes potencias enunciaron su repudio a la violencia pero ante el golpe de Estado adoptaron el silencio o, como mucho, el llamado a la condena. Los EE.UU. observan una posición cautelosa y hasta de desconcierto. Sin embargo, no tienen problema en aliarse a los Hermanos Musulmanes si las circunstancias lo exigen, pese a ser un gran aliado del Ejército. «Como siempre juega al gato y al ratón esperando para optar por el ganador», comenta Saleh. Si bien emitieron algún tibio aviso a los militares egipcios, aún no suspendieron la ayuda económica y militar. Los EE.UU. apuntalaron a Mubarak y lo abandonaron a su suerte como luego apoyaron a los Hermanos Musulmanes hasta ser derrocados. «Obama propone y Egipto dispone», remata Brauner.
Al ser Egipto estratégico en la región, proyecta una influencia muy negativa sobre los asuntos en Libia, la devastada Siria en su guerra civil, y sobre todo en los Estados del Golfo Pérsico por su potencial petrolero. Por el momento una resolución del conflicto parece lejana. Al contrario, la radicalización de los bandos preocupa y algunos observadores no descartan el estallido de una guerra civil. «Los Hermanos Musulmanes no darán su brazo a torcer y se caracterizan por su dureza y terquedad», sostiene el docente de la UAM.
Pero peor es la reciente orden de liberación de Mubarak, que al cierre de esta edición dejaba la prisión para trasladarse a un hospital militar donde quedará bajo arresto. «Representaría la restauración del régimen autocrático anterior y el fracaso de la revolución de enero de 2011», concluye el profesor de UdeSA. z we
RECUADRO
La economía que importa: petróleo y turismo
Como siempre, las crisis generan efectos de todo tipo. Repercusiones del abismo en el Nilo se sienten en el plano económico, a nivel global. El barril de petróleo Brent (record histórico de u$s 145,31 en julio de 2008) cotiza en su máximo de los últimos cuatro meses de u$s 110, ante la escalada de la crisis en el país árabe y la inestabilidad en la vecina Libia. El incremento se fundamenta en el temor que los problemas lleguen al Canal de Suez y se propaguen a Medio Oriente, donde el suministro está interrumpido en forma parcial. Mientras Libia, una nación que vive en base a su renta petrolera, se encuentra en el punto más bajo desde 2011 por la crisis, Egipto no debe su economía al petróleo pero los inversores temen que su crisis repercuta en Medio Oriente por su privilegiada posición geoestratégica de nexo entre el norte de África y aquél. La debacle cercena la industria turística de la cual viven 4 millones de egipcios y donde no se recomienda viajar. En efecto, la aerolínea Air Berlin suspendió reservas de vuelos allí hasta el 15 de septiembre.
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