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Europa a la sombra del terrorismo islamista

El espectro de la amenaza jihadista recorre el Viejo Continente a un mes del atentado que enlutó a París y al mundo. Mientras los gobiernos refuerzan las medidas de seguridad, la sociedad debate si el modelo intercultural europeo fracasó. Además, las diferentes reacciones del presidente François Hollande y de su par Cristina Kirchner ante las crisis.

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Cerca de 3,7 millones de franceses en París fueron convocados en silencio por su gobierno el 11 de enero pasado para expresar su repudio ante la violencia, batiendo récords históricos para una movilización popular. Los días anteriores, la capital gala tuvo que contar 19 muertos en dos hechos separados pero unidos por el factor común que demuestra que 2015 empezó con la amenaza islamista al pie del cañón en materia de preocupación por la seguridad. El ataque a la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo confirma que el terror islamista está en casa y se instaló para no abandonarla.

Los atentados no son novedad en la historia reciente de Europa. El recuerdo de la Atocha y del 11M en Madrid de 2004, así como los ataques en Londres en julio de 2005, están vigentes. Si bien la vida debe continuar, como enunció el presidente francés François Hollande, nada será igual desde el 7 de enero pasado. Europa presencia más que nunca el avance del jihadismo internacional. Ante este dato insoslayable: ¿cuál ha sido la reacción en Francia y de sus vecinos? ¿Ha afectado la imagen del mandatario francés?

Acción y reacción

Como primera medida, el Gobierno francés llevó a cabo una política de búsqueda y muerte de los terroristas involucrados en los ataques, sumado a la declaración del estado de «alerta máxima» y la convocatoria a una marcha de repudio multitudinaria. En menos de 48 horas los responsables fueron abatidos por las fuerzas de seguridad mientras que la discusión se centró en saber por qué se produjo lo trágico, entre otros puntos que atañen a toda la Unión Europea. «El 7 de enero se abrió la caja de Pandora de discusiones que existen hace por lo menos 25 años», reflexiona Agustín Galli, sociólogo y docente en la Di Tella.

Lo más visible para el ciudadano fue el incremento de las medidas de seguridad, con mayor presencia policial y militar, junto a la utilización de 3.000 agentes destinados a la lucha contra el terrorismo. También se reforzó la vigilancia en los centros de culto, con 5.000 efectivos, especialmente en sinagogas y mezquitas, sobre todo cuando algunas de las últimas han sido vandalizadas a lo largo de Francia. Sin embargo, las medidas de seguridad por sí solas no son suficientes, puntualiza Waleed Saleh, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). «Se han cometido muchos errores y se los sigue cometiendo, como apoyar a regímenes autoritarios y corruptos», observa. Si bien otra de las medidas fue la difusión de publicidades para evitar que la juventud francesa se vea tentada al ingreso en células jihadistas, Francia también ha fracasado en establecer una estrategia proactiva que contraprogramara la ideología jihadista. «El atentado ha llegado a plantear la cuestión de si el modelo de interculturalidad ha fracasado, cuando era un referente internacional», finaliza José María Gil Garré, director del Departamento de Estudios sobre Terrorismo del Instituto de Seguridad Global (ISG).

En cuanto a política exterior, se decidió prolongar la participación de Francia en las fuerzas que combaten al Estado Islámico en Irak, aunque una filial yemenita de Al Qaeda se adjudicó los atentados parisinos. El Gobierno vigila en forma más firme Internet para evitar la comunicación de islamistas fuera de Francia como así también adoptó medidas en las prisiones para evitar la radicalización de reclusos. Es importante remarcar el tema de las fronteras. Francia mantiene excelentes relaciones de cooperación y, tras la creación del espacio Schengen de libre tránsito en Europa, las ha reforzado porque comparte una única frontera con los miembros de tal espacio e información para protegerlo y poder luchar de manera más eficaz contra amenazas. Sin embargo, hay una excepción, Marruecos, con el cual el gobierno de Hollande presenta la cooperación en inteligencia dañada desde hace unos meses. Es un país fundamental para Francia, como ex colonia, y porque existe una importante comunidad marroquí en su suelo. «Es necesario que Francia solucione este problema en el menor plazo posible», advierte Sergio Altuna, investigador en islamismo político y movimientos yihadistas en el Magreb. En cuanto a las fronteras, otro asunto pendiente es mejorar la regulación sobre la libre circulación dentro del territorio europeo. «Alemania, Francia y Bélgica están en la delantera proponiendo revisar urgentemente el Tratado de Schengen para prevenir nuevos actos terroristas», remata Paola De Simone, profesora de Gobierno y Relaciones Internacionales de UADE.

El reto de Hollande

La popularidad de Hollande estaba por el piso antes del atentado a Charlie Hebdo. «Llegó a tener 13% de imagen positiva en diciembre de 2014», puntualiza De Simone. En cambio, agrega que tras los ataques su popularidad aumentó contundentemente. «Francia, como sociedad sabe que no cabe más que la unidad frente al terror», repara Gil Garré, quien aporta una pista para pensar en tal repunte.

No obstante, hay que ser cautelosos con las cifras. Según el IFOP (Instituto Francés de la Opinión Pública), su imagen mejoró respecto a su capacidad a defender los intereses de Francia (de 22 a 46%), pero, en otros aspectos, su imagen sigue siendo discreta, como en el manejo de la economía. «La simpatía que tiene por el momento descenderá sino hay medidas que tiendan a sacar a Francia de la espiral económica negativa de hace décadas», pronostica Galli. Por otra parte, su imagen en el exterior ha decaído en cierta medida. «En la convocatoria del 11 de enero, reunió a personajes controvertidos como el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y otros líderes poco amigos de la democracia», sostiene Saleh. Como sea, sobre la encuesta realizada por Paris Match a un millón de personas, la imagen del Presidente subió a 34% y la del Primer Ministro Manuel Valls al 61%, conforme cita la docente de UADE.

Amenaza xenófoba

Je suis CharliLa otra cara de la firmeza del presidente en la lucha contra el terrorismo es la revitalización de los discursos de mano dura de la extrema derecha, sobre todo de la familia Le Pen, considerando que los hermanos Kouachi, autores del ataque a la redacción de Charlie Hebdo, eran franceses. Francia sufre una crisis de identidad y la conciencia ante un problema complejo que es la presencia del enemigo al interior. Para el discurso xenófobo, el país pierde la batalla demográfica entre los franceses blancos y «originarios» y los inmigrantes árabes y negros del sur del Mediterráneo. El reemplazo de la población, como lo denomina el docente en la UTDT, por otro lado y en cierta forma, genera restricciones a la inmigración. Sin embargo, esta última no es el problema. «Es un error cargarle toda la culpa de lo que ocurre a la inmigración», lamenta Saleh. La mayoría de los inmigrantes -y no sólo ellos- vive en paz y solo una pequeña facción aboga por una ideología radical y métodos violentos. «El reto no radica en modificar la legislación vigente en materia de inmigración sino en crear un concepto de integración adaptado a la realidad de la sociedad», concluye Altuna. – 3D

 

Dos crisis, dos reacciones: Hollande y CFK

La reacción del presidente Hollande tras los atentados en París se ajustó a la demanda de la sociedad francesa, con la rápida detección y abatimiento de los terroristas tras dos operaciones policiales. El horror dio paso a la unidad y la necesidad de construir una respuesta que evidenciara la fortaleza moral de la sociedad en defensa de un valor republicano, el derecho a la libertad de expresión. Frente a una conducta digna como la de Hollande apareció, en un ámbito bien diferente, el caso Nisman, en el que se evidencia un errático proceder por parte de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner. “El modo de actuar evidencia que un país no puede jamás ser liderado por alguien incapaz de tomar conciencia de la gravedad de lo sucedido”, advierte Gil Garré. El caso polariza más a la sociedad y tiene un costo político para el gobierno puesto que su aprobación ha descendido al 25%, según un sondeo de la consultora Management & Fit. La frialdad es una marca de los Kirchner: la presidenta reaccionó así frente a la tragedia ferroviaria en Once de 2012. “Ni una mínima expresión de solidaridad frente a Nisman y su familia”, finaliza el director en el ISG.

 

Publicado en:

http://www.cronista.com/3dias/Europa-a-la-sombra-del-terrorismo-islamista-20150206-0068.html

 

 

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