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Mirar atrás. El candombe del siglo XIX

Mirar atrás

Ya sabemos que candombe hay, y mucho. También que distintas variantes conviven en nuestro país, que las llamadas son una expresión que cada año gana más popularidad y que el candombe siempre estuvo aquí, con mayor o menor visibilidad. En esta nota, una mirada a los comienzos del candombe porteño, aquel que fue practicado en el siglo XIX por diversos grupos de nuestra ciudad y que muestran un uso del candombe como instrumento de preservación de la identidad africana.
La influencia de Rosas en este proceso.

Música, ritmo, compás. Conocido como “el tango de los negros”, el candombe protagoniza una historia que comenzó a escribirse hace tres siglos en el Río de la Plata y que aquí coronó su siglo de oro bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Hacia 1840, los negros representaban el 40 por ciento de la población total en la ciudad de Buenos Aires. Poblaron, principalmente, los por entonces distritos parroquiales de San Telmo, Concepción, Santa Lucía y Monserrat, el famoso barrio del “Mondongo”, en alusión a las vísceras vacunas de las que se alimentaban estos humildes hombres y mujeres. En las barriadas del centro, de hecho, existía la expresión “barrios del tambor” para denominar a estas zonas. Los negros se unían de acuerdo a afinidades étnicas, en grupos de pertenencia denominados naciones. Tenían códigos y rituales establecidos.

De África el candombe llegó a Buenos Aires. Y en las naciones los negros lo practicaron. En épocas coloniales, los amos autorizaban a sus esclavos a danzar y cantar en ciertos momentos. Más tarde, los negros lo hicieron por su cuenta cuando les llegó progresivamente la libertad. Las naciones se agrupaban con algarabía. El acto era un verdadero rito litúrgico, consistía en una misa con canto, música al ritmo del tambor y más luces en cuanto los altares de los santos de los que los negros eran devotos estuvieran presentes. El más importante fue San Benito de Palermo o de Santos Lugares. Baltasar y Santa Bárbara también eran populares, la última invocada como protectora frente a las tormentas.

Las primeras apariciones documentales de las naciones de negros datan de la década de 1770 y, a pesar de numerosos decretos que prohibían su creación, crecieron y se multiplicaron por doquier. Las principales, Benguela, Congo, Lubolo, Angola y Cambundá, a partir de 1820 gozaron del favor oficial junto a otras menores. Tuvieron autarquía y garantizaron beneficios para sus miembros y protección social, así como espacio físico para efectuar los bailes. Para 1842, existían cerca de 40 agrupaciones y unos diez años más tarde su cantidad superó las 50.

 

El candombe en la época de Rosas

El candombe y el despliegue de las naciones tuvieron su luna de miel durante la gobernación de Don Juan Manuel de Rosas, sonando todos los domingos y en las ocasiones especiales autorizadas. Fueron dos décadas promisorias para aquellos de quienes el Restaurador de las Leyes supo granjearse su cariño y auténtico respeto. Rosas lo disfrutaba en carne viva, y sustituyó la típica procesión cívica de fechas patrias por desfiles de negros, motivo de escándalo para algunas mentalidades convencionales del momento.

El Restaurador de las Leyes supo construir un vínculo duradero con los negros
«Candombe Federal, época de Rosas» (Martín Boneo, Wikipedia)
El Restaurador se declaró, junto a su hija Manuelita, rey y reina de estas procesiones negras. El entusiasmo provocaba la disipación de las fronteras étnicas: Rosas era uno más entre los negros, en principio ataviado como su General. Aparecía y desaparecía con facilidad de entre la multitud danzante, para sumarse finalmente a ella y consumar los lazos de empatía que unían a ambos.

Con el tiempo y, principalmente, la desaparición política y física del principal benefactor de estos actos de júbilo, dichas prácticas fueron decayendo.

 

Sobre la danza

El candombe se bailaba en cuatro partes. Se necesitaban, en primer lugar, dos hileras de sexo opuesto bailando y meciéndose a ritmo lento. Se cruzaban y armaban una ronda todos los miembros, bailando de a una pareja por vez dentro del círculo. El tercer momento consistía en el círculo oscilando al ritmo del tambor y con hombres y mujeres yendo para adelante y atrás alternativamente. En la cuarta etapa de la coreografía, el tambor irrumpía en ritmo frenético, sumándose los demás músicos y ahí el baile se convertía en individual (cada uno siguiendo su propio ritmo y baile), rompiendo la ronda. Finalmente, transcurría media hora de baile desenfrenado hasta el agotamiento en donde, con un golpe de tambor seco, se anunciaba el fin abrupto del toque y los bailarines se detenían en el acto.

Dichos bailes continuaron en las décadas de 1850 y 1860, pero en forma decreciente ya que los jóvenes negros buscaron integrarse a la sociedad blanca y adoptaron sus tipos de baile. De tal forma, fue silenciándose el candombe y en 1905 una publicación dio cuenta del buen gusto de los afroporteños en sus salones aristocráticos, en donde no se escuchaba más alocado candombe sino danza moderna con traje estilo Luis XV. Ese estilo renegado por sus propios creadores fue el aliciente para el tango, milonga mediante. Por eso el candombe fue identificado como el “tango de los negros”.

Para principios del siglo XX, las naciones estaban prácticamente extintas. En 1902 se le hizo un reportaje a los dos últimos sobrevivientes de la nación Benguela. Las naciones desaparecieron. No obstante, el candombe continuó. En realidad, cada nación tenía su danza típica, pero con el correr del tiempo las diferencias nacionales fueron desvaneciéndose y así se produjo un estilo combinado, el candombe, que tomaba diferentes estilos de danza africana.

Montevideo (EFE)

Hoy en día, al ritmo de las llamadas de tambores se recrea el espíritu africano en nuestra ciudad y de tal modo la memoria del candombe perdura en uno de los barrios porteños donde tuvo su origen, San Telmo, así como en la vecina Montevideo.

 

Publicado en la edición marzo 2010 de Revista Quilombo.

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