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Sudáfrica se mide en las urnas

A 25 años de las primeras elecciones democráticas, un optimismo que contrasta con el presente

El 8 de mayo Sudáfrica está llamada a las urnas en lo que se supone será un cómodo triunfo del hasta ahora único partido gobernante desde 1994, el African National Congress (ANC), pese a los escándalos previos y al desgaste de su capital político.

En estas breves líneas, un repaso por el antecedente del primer voto democrático en Sudáfrica, aquel que posibilitó el final del Apartheid, y la llegada a la presidencia de una personalidad de renombre internacional, Nelson Mandela, tras un proceso de años de negociación que constituye un caso histórico modélico y cuyo aspecto más publicitado fue la liberación de Mandela, en febrero de 1990, tras 27 años de presidio. Este último alcanzó ribetes mesiánicos para una buena parte de la sociedad local. Pero el ANC, a posteriori, ha desperdiciado poder capitalizar eso a su favor. La economía también explica lo anterior.  

Días inéditos
La atmósfera electoral durante abril de 1994 representó un momento memorable y que pasó a la historia como una época que congregó a toda la nación en una forma nunca vista, dado el advenimiento de la democracia en un país castigado por casi medio siglo del régimen de segregación racial. La voluntad de votar fue la consigna generalizada en la previa electoral y millones no tuvieron problema en formarse y esperar horas, incluso haciendo filas bajo un sol intenso, o viajar grandes distancias. A pesar de múltiples problemas, como la falta de boletas en varias sedes electorales o, el peor, varios ataques con bomba de extremistas afrikáans, resentidos por la futura pérdida de poder, que dejaron 21 muertes y más de 200 heridos, las jornadas quedaron en la memoria y sentaron el orgullo de haber elegido un nuevo gobierno y poder ejercer un derecho negado por tanto tiempo. La gente mayor declaró que ya podía morir feliz luego de haber votado por primera vez. Nadie quiso perder esa oportunidad inédita en la historia sudafricana.
Las elecciones de 1994 constituyeron la salida a la lucha política más larga de la era contemporánea y captaron la atención global porque meses antes hubiera sido posible creer en un final pacífico del gobierno del National Party. Incluso, en las semanas previas a la elección, se vivió una mezcla de paranoia, preocupación y excitación dependiendo de los grupos. Los más afines al Apartheid, los sectores supremacistas blancos, pensaron en un posible plan de evacuación previendo una futura persecución tras las elecciones, otros se aprovisionaron y armaron hasta los dientes. En suma, el fantasma de la guerra civil pululó en un país sacudido por una oleada de huelgas. Sin embargo, más tarde, en las filas de los centros de voto se encontraron personas que en el pasado se hubieran enfrentado. Dos hombres fueron responsables del éxito y pacifismo con el que se vivió el proceso electoral: Mandela y el entonces presidente Frederik de Klerk. Por ello, ambos recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1993.
En resumen, esos días fueron un paréntesis y una especie de luna de miel para el país. Sin embargo, el potencial de conflicto no retrocedió y los desafíos pendientes tampoco. Pero esa experiencia positiva quedó aferrada en la memoria colectiva sudafricana.

Resultados electorales
Pese a lo previsto, el resultado aceptable de las elecciones pacificó a la nación con un grado de novedad insospechado si se piensa, por ejemplo, que desde mediados de la década de 1980 en KwaZulu/Natal la violencia política cobró más de 10.000 vidas. El ANC se impuso con el 62,6% de los votos, 12,3 millones sobre 19,5 millones, ganando 252 asientos de los 500 de la Asamblea Nacional, y con buenos resultados en las asambleas provinciales. A pesar de alentar el sufragio multirracial, la mayoría del electorado que eligió al partido ganador fue negra. El National Party quedó en segundo lugar con el 20,4%, poco menos de 4 millones de votantes, porcentaje que incluyó más que nada al electorado blanco y, en segundo lugar, el mestizo. Lo interesante es que los resultados fueron aceptados por todos los contendientes, pese a ciertas irregularidades observadas que, de todos modos, no alteraron las cifras oficiales. Para el común de quienes votaron las elecciones fueron sentidas como una liberación.
Mandela ejerció su mandato como primer presidente negro y democrático de Sudáfrica de 1994 a 1999. Asumió el 10 de mayo de 1994. Las expectativas hacia Madiba eran muy altas y se alejó completamente de una política revanchista, despejando los temores de los sectores adherentes a la supremacía blanca. Su imagen y línea austera le granjearon un importantísimo apoyo popular. Se decía: “Mandela fue a prisión por nosotros”. A él correspondió la titánica tarea de construir una nueva nación democrática. Un viento de cambio se sintió con la llegada del gobierno, Mandela quiso cambios urgentes, aunque no contó con los recursos suficientes.
Pese al muy buen pronóstico con el que empezó la gestión del primer presidente sudafricano post-Apartheid, la segunda potencia continental no ha podido revertir la herencia de los años del régimen racista: la gran brecha socioeconómica que separa a blancos de no blancos, presente en salarios y otros indicadores económicos, condiciones de habitabilidad, etc. La “Nación Arco iris” enfrenta el descrédito del partido gobernante en el que influye, además, una coyuntura económica desfavorable.

Recesión
Pese a su gran potencial minero y su capacidad industrial, la nación atraviesa una vez más otra recesión, siendo la última en 2009. En 1994 Sudáfrica era la principal productora de oro mundial, con la tercera parte global del producto y, además, tenía el 44% de las reservas planetarias de diamantes. Sin embargo, la pobreza alcanzó proporciones crónicas. Casi la mitad de los jefes de familia vivía en dicho estado hace 25 años y, de un total de 40 millones de habitantes, 22 millones carecían de condiciones higiénicas dignas. En relación a la brecha social, el ingreso de una persona blanca era doce veces mayor que el de otra negra. Este problema no ha desaparecido hoy y, aunque creciera mucho una clase media negra a partir del final del Apartheid, los blancos aún dominan la economía: en 1994 esta clase controlaba el 90% de la economía formal. En el presente, el país africano está en el peor segundo lugar global en cuanto a desigualdad social.
Los números actuales no son buenos. El PBI solo aumentó un 1,3% en 2017, la inflación fue del 5,3% y el desempleo, lo más preocupante, del orden del 27,5%. Para la campaña electoral 2019 un punto importante es la promesa del ANC de disminuir la cifra anterior, además de sortear la recesión y combatir la corrupción. Son varias las opiniones que hablan de la recesión como producto de años acumulados de mala gestión por parte del ANC. En suma, las promesas electorales no son una novedad aunque este partido tenga una oportunidad única en mayo de reciclar su imagen. El Manifiesto Electoral 2019, firmado por el actual presidente Cyril Ramaphosa, promete mucho y da cuenta de las mejoras en este cuarto de siglo bajo su dominio. Por ejemplo, el aumento en el promedio de expectativa de vida, de 53 años en 2005 a 64 en 2018. Solo el voto popular definirá el futuro de Sudáfrica y el de su partido hegemónico.

– Referencias:
· Meredith, Martin (1994). South Africa´s New Era. The 1994 election, London: Mandarin.

Publicado en:


https://ceaboletin.blogspot.com/2019/04/sudafrica-se-mide-en-las-urnas.html


http://www.africafundacion.org/spip.php?article33485

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