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Sudán: país en pie de guerra (una vez más)

Con más de 500 víctimas, el enfrentamiento entre las fuerzas del ejército nacional y una milicia díscola terminaron de quebrar el delicado equilibrio de fuerzas vigente desde octubre de 2021.

El 15 de abril pasado, por la tarde, la tranquilidad desapareció en Jartum, capital de la excolonia británica a partir de 1956 y que roza 50 millones de habitantes, cuando efectivos del ejército de línea sudanés entraron en combate con una milicia denominada Fuerzas de Acción Rápida (RSF, por su sigla en inglés). Los enfrentamientos se dieron en otros puntos, como el estratégico aeropuerto de Merowe, y a las pocas horas gran parte del territorio que rodea a la ciudad principal quedaría dividido prácticamente entre estas dos facciones en pugna y hasta el momento gobernantes desde octubre de 2021.

El General Abdel Fattah al-Burhan, un militar de carrera instruido sobre todo en Egipto, dio un autogolpe que lo puso en la cima del país, de facto, y con ello truncó la transición cívico-militar hacia la democracia que venía ocurriendo desde el derrocamiento del autócrata Omar al-Bashir. Este último gobernó entre 1989 y 2019 tras asonadas populares que precipitaron un golpe que le obligó a renunciar. Pero al-Burhan, a partir de su autogolpe, eliminó del proceso a los grupos civiles que luego pasaron a la protesta activa y la represión gubernamental saldada con decenas de víctimas tras manifestaciones constantes extendidas durante meses.

Su segundo, Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti, dirige las RSF y se trata de un señor de la guerra temible por las atrocidades cometidas en el curso del genocidio en Darfur, en el cual, desde 2003, han muerto más de 300.000 personas y supone otro drama humanitario africano. Hemedti se ha financiado con el oro darfurí y las tropas que integran esta fuerza en el pasado cometieron una serie de atrocidades contra poblaciones no árabes darfuríes. Tanto él como al-Burhan son dos antiguos vástagos de Bashir, nunca juzgado por delitos de guerra y genocidio cometidos en ese terrible conflicto.

Ambos contendientes de esta junta, luego de varios desacuerdos en puntos de negociación -como la modalidad de integración de las RSF a las fuerzas oficiales- están enfrascando a Sudán en un conflicto que, con varias treguas incumplidas, parecen sumergir a esta nación en lo que podría ser su tercera guerra civil. Desde 1956, el país sufrió más de 30 entre golpes e intentonas y atravesó dos conflagraciones civiles (1955-1972 y 1983-2005) más que nada esto último por la recia división entre el norte y el sur y el reclamo de desatención del último en torno a procesos de arabización e islamización impuestos por el régimen de Jartum. Finalmente, la región meridional proclamaría su independencia en julio de 2011, proclamándose la República de Sudán del Sur la nación más joven del mundo hasta ahora. Con esto último Sudán perdió acceso a importantes reservas petroleras, además de que las relaciones con su vecino austral continuaron siendo conflictivas.

Principales apoyos externos

Si bien el conflicto responde a la lógica de un problema interno, no obstante ambos bandos poseen sus respaldos foráneos pues el territorio sudanés se inscribe en una región geoestratégica por su salida al Mar Rojo y la conexión asiática, más la cuestión aurífera y petrolera. En el caso de al-Burhan, Egipto es un fuerte sostén y su presidente, Abdel Fattah al-Sisi, fue casi el primero que se ofreció a mediar entre las dos fuerzas. También El Cairo y Jartum se necesitan, en efecto sostienen una alianza frente a los intereses etíopes. El gobierno del segundo país más poblado de África, potencia regional de la zona, lleva más de una década proyectando y construyendo la Gran Represa del Renacimiento, la obra de ingeniería hidráulica más grande de África, que promete el aprovechamiento de las aguas del Nilo, pero tanto Egipto como Sudán alegaron quejas y expresado sus temores en torno a que el uso hídrico de Addis Ababa los prive o que, al contrario, provoque inundaciones. En una región que padece un stress alimenticio gigante por efecto de una sequía sin precedentes en más de 40 años, con alrededor de 50 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria urgente, el Nilo es vital y este conflicto, más que nada diplomático, tuvo ocasión de escalar hasta una instancia belicista. Incluso Egipto, según consta, apoyó a los rebeldes de Tigray en la guerra desatada en noviembre de 2020 contra el gobierno federal de Etiopía.

Al gobierno egipcio no le conviene una desestabilización de su vecino por motivos de seguridad y porque el mando de al-Sisi también descansa en un liderazgo militar y autoritario, producto del desenlace de las mal llamadas “Primaveras Árabes”. Estados Unidos, quien también oficia intentos de alcanzar la paz, sostiene más que nada al primer mando sudanés pese a desacuerdos previos.

Emiratos Árabes Unidos es un sostén muy fuerte de Hemedti (y también el gobierno saudí), lo que provoca ciertas tensiones para Egipto pues, en otros conflictos (Libia o Yemen) El Cairo y Dubai son aliados, pero no es el caso en esta nueva crisis emergente. Varios análisis también agregan a Rusia en respaldo de este warlord sudanés. Sin embargo, la semana pasada la compañía contratista Wagner, que opera en República Centroafricana, Malí y Mozambique (señalando contextos africanos), negó actividad en Sudán. Pero el Ministro de Exteriores ruso, Lavrov, desvinculó a esta empresa del Kremlin y sostuvo que puede tener contrataciones donde quiera, como en Sudán. En suma, diversos análisis ubican a Hemedti como un hombre en el terreno de Rusia.

Una opinión muy difundida asevera que el acercamiento ruso a Jartum, en esencia la construcción de una base militar en Port Sudan, con salida del Mar Rojo, precipitó la respuesta estadounidense y la reacción, por ende, de Hemedti como una especie de caballito de batalla de la Casa Blanca. Sin embargo, a pesar de no negar que hay un intenso juego de influencias y una nueva suerte de Guerra Fría por el control africano entre Moscú y Washington, empero, para este caso, las élites africanas tienen margen de decisión y de maniobra. Y luego no hay que olvidar a China, superpotencia ingresada en los negocios sudaneses hace rato y que sostuvo diversos vínculos en la era al-Bashir.

Situación apremiante

Las primeras informaciones fueron la gran preocupación por la evacuación inmediata de ciudadanía y personal diplomático de diversos países, luego la atención por la población sudanesa que busca cómo huir. La mayoría de hospitales de Jartum y zonas periféricas dejaron de atender por falta de insumos, personal y servicios, o bien por el daño producto del conflicto. Gran parte de la capital está privada de los servicios básicos lo que se agrega a una economía hipercaliente. De hecho, la inflación es una de las más altas del mundo y las protestas que llevaron a la caída de Bashir comenzaron por el disparador del precio de los alimentos. En definitiva, Jartum se va tornando una ciudad fantasma, saqueada por los militares contendientes. También sufren las comunicaciones: casi todo el territorio nacional atraviesa un apagón total de Internet.

A lo anterior hay que sumar el drama humanitario preexistente que no hace más que recordar que este nuevo conflicto inflama más la región, tal como mostró su preocupación Naciones Unidas. Sudán comparte fronteras con siete vecinos y varios ya están desestabilizados (principalmente Sudán del Sur y República Centroafricana). Al primero, en apenas una semana, llegaron 10.000 procedentes de Sudán. Asimismo, en 2022, 20.000 habían arribado en sentido inverso. Sirva sólo como un ejemplo de que los flujos migratorios son constantes y masivos en una región que padece graves conflictos e inestabilidad crónica.

En otro orden de informaciones, la anarquía reinante en Jartum posibilitó la fuga de reclusos de la cárcel de Kober y otras, en la cual cumple condena el expresidente Bashir junto a otros allegados sobre quienes pesan acusaciones de delitos de lesa humanidad y genocidas en Darfur, primer genocidio del siglo XXI. El paradero del exmandatario es asunto controvertido pero información oficial proveniente del ejército advierte que este fue trasladado a un hospital militar. Como un agregado más problemático, el conflicto puede traer un riesgo biológico altísimo pues una de las facciones se apoderó de un importante laboratorio medicinal en Jartum.

Tras tibios intentos de pacificación y mientras al-Burhan y Hemedti continúan el fuego cruzado, el país está devastado, con 512 muertes y 4.193 personas heridas, según datos del Ministerio de Salud local, aunque pueden resultar cifras precavidas. Tal vez pudiera creerse que la caída de la prolongada dictadura de al-Bashir hubiera generado algo positivo pero la expectativa parece estar muy desdibujada desde el pasado 15 de abril.

 

Publicado en:

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