Sylvanus Olympio: demasiado independiente como para perdurar
El “Padre de la Patria” de Togo fue el primer mandatario derrocado y asesinado bajo el amparo francés en una de sus excolonias
El mandatario togolés —fue primer ministro, y luego presidente, de Togo desde 1958 hasta su asesinato en 1963— fue un activo para su nación y logró aportarle ganancias a través de la exportación de fosfatos. Apuntó contra los intereses coloniales y quiso romper vínculos con la versión del neocolonialismo a la francesa, y eso le costó muy caro. En cuestión de unas horas, fue liquidado durante un golpe de Estado militar. Una vez más, la acción de los aliados internos de los intereses de Francia fue vital para cumplir la misión.
Objetivos claros
A diferencia del marfileño Félix Houphouët-Boigny, el togolés aspiró a una verdadera independencia. Contó con el apoyo alemán y el británico, además del sostén de varios países africanos. Cortó amarras con Francia, algo que París nunca podría perdonarle, y además simpatizó con algunos de los enemigos franceses, como el guineano Sékou Touré, quien dijo “no” al colonizador en el referéndum de 1958, origen de la independencia pionera de la actual Guinea Conakry en el bloque subsahariano francés.
Como otros líderes nacionalistas de su tiempo, Olympio militó en la unidad regional, y propuso la asociación con el actual Benín, otra ex posesión francesa, y con la gigantesca Nigeria, excolonia británica desde 1960 y opuesta a Jacques Foccart, mano derecha de Charles De Gaulle en el diseño de la política africana. El togolés rechazó la unión con la Ghana de Kwame Nkrumah, referente del panafricanismo. Otro ejemplo de política antifrancesa devino de la intención de crear una moneda, asociada al marco alemán, que le permitiera a Togo escapar de la zona del franco. En materia cultural, Olympio también se mostró duro contra Francia al retrasar la apertura de un centro cultural de esa nación y, en cambio, no tuvo dilación en inaugurar la sede del Instituto Goethe en Lomé, la capital de Togo. En los círculos franceses se tenía la imagen de Olympio como muy cercana al interés anglosajón. De modo que la potencia colonial no le perdonaría todas esas afrentas.
La trama del complot
Durante la noche del 13 de enero de 1963 se lanzó la operación para localizar y eliminar al presidente togolés. El objetivo: la residencia presidencial donde los atacantes suponían que estaría esa noche. Tenían razón. El mandatario dormía, después de una intensa jornada de trabajo en la que había redactado la carta de la Organización de la Unidad Africana (OUA) que le había sido encomendada. Para la fundación de este cuerpo continental quedaban casi cuatro meses, algo que Olympio no llegó a ver. Solo dos policías vigilaban la entrada del lugar. Su esposa, Dina, fue la primera en despertarse ante la llegada de unos hombres que buscaban a su marido, quien intentó fugarse.
El comando invadió la casa, detuvo a la familia presidencial y el personal doméstico y revisó centímetro a centímetro la vivienda. Los hombres abrieron fuego contras los armarios y destruyeron la biblioteca. No conformes con el resultado de la búsqueda, saquearon la propiedad, tomando dinero y joyas e interrogaron a Dina, quien dijo no saber dónde se encontraba el presidente. Por lo que el líder del operativo, Étienne Gnassingbe Eyadéma, informó por teléfono a su superior, el embajador francés en Togo, Henri Mazoyer, de que el objetivo había desaparecido.
Mayozer llamó a su homólogo estadounidense, Léon Poullada, para informarle de que Olympio había sufrido un golpe y que, según su sospecha, el prófugo se hallaba en la delegación diplomática norteamericana, localizada dentro del perímetro invadido. Sin embargo, todo era una simulación, el objetivo había sido abatido al cruzar el estacionamiento del complejo, ya que, se decía, que el presidente buscaba protección en la embajada estadounidense, sede que también resultó violentada.
Fue el mismo Eyadéma quien disparó de muerte a Olympio, según declaró más tarde. En ese entonces, era un sargento de 27 años del ejército francés, recientemente desmovilizado del frente en la guerra de liberación de Argelia (1954-1962), como tantos otros militares. Fiel al interés francés, el golpista reclutó a un grupo de leales que incluyó a Emmanuel Bodjollé, quien a su vez entrenó adeptos provenientes de Kara, región norteña de Togo de un grupo étnico contrario al ewe, sureño, el del presidente. El comando estuvo dividido: otro sargento, Robert Adewi, se encargó de arrestar a varios de los ministros. Georges Maîtrier, comandante de la gendarmería togoleña y consejero militar de presidencia, fue el verdadero cerebro del golpe, a quien Olympio no le había renovado su puesto a finales de 1962.
Entretanto, la esposa del mandatario, desconociendo su paradero, recibía mensajes con la demanda de que su marido renunciara a la presidencia. Finalmente, el cadáver de Olympio fue hallado en el acceso de la embajada estadounidense por Poullada y Dina contó que lo vio mutilado, acribillado y con varios bayonetazos. El camino quedó preparado para lo que vendría.
Pasada la amenaza
A partir de ese momento, Lomé volvió al abrazo con Francia, y aún hoy perdura. Nicolas Grunitzky cubrió el cargo vacante. En verdad, su presidencia fue un paréntesis ante la consumación del golpe de 1967, que llevó a Eyadéma al poder, hasta 2005, año de su muerte. Este eligió el aniversario del asesinato de Olympio, el 13 de enero de 1967, para dar su golpe, si bien ocuparía el poder unas semanas más tarde. Su modelo fue Joseph Désiré Mobutu, dictador de Zaire (hoy RDC) entre 1965 y 1997, quien había dado su golpe en noviembre de 1965. En conclusión, desde finales de la década de los sesenta y después del traspaso del mando al hijo de Eyadéma, Faure Gnassingbe, quien gobierna hasta hoy, en Togo puede decirse que todo queda en familia.
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