Textos periodísticos y de divulgación

Uganda y el hombre que va por 40 años en el poder

Parece un manual de procedimientos no muy diferente al de otras experiencias africanas. En Uganda, dos días antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias, se bloquearon las redes sociales y, el jueves 14 de enero, día de sufragio, el territorio amaneció con un apagón de Internet, costumbre repetida en otros países del continente ante contextos convulsos y, sobre todo, en instancias electorales.

Yoweri Museveni

El anciano Yoweri Museveni logró su sexto mandato consecutivo, a los 76 años de edad, para un país que lo vio envejecer luego de 35 años de gobierno y que se extenderá hasta 2026, tras haber alcanzado el 58,64% de los votos frente al 34,83% de su principal rival, según datos de la Comisión Electoral. Este último es Robert Kyagulanyi, más conocido por su pseudónimo artístico, Bobi Wine, un cantante de reggae devenido en una brillante estrella pop reconocida en África oriental, cuya performance no fue suficiente para contrarrestar una elección sin Internet que calificó como el fraude más grande de la historia de su país. No es la primera vez que se denuncian irregularidades en países africanos (Guinea Conakry, Costa de Marfil, Tanzania, hacen al listado en 2020).

Wine construyó su carrera a partir de éxitos musicales desde principios de este siglo y quiso ingresar en política para lograr un cambio, acabar con décadas de historia simbolizadas en el poderío de uno de los dinosaurios de la política en África subsahariana, Museveni. Por lo visto, deberá esperar y, en el mientras tanto, revisar la estrategia.

Wine es el símbolo de una mayoría joven hastiada por el modo autocrático del mandatario y varias promesas incumplidas, cuyo electorado es más bien urbano y juvenil, con el 75% de la población ugandesa que no supera los 35 años. Pero Museveni tuvo un as bajo la manga en respuesta: hostigamiento y represión. El régimen buscó en los meses previos dejar fuera de carrera al principal candidato opositor por medio de una demostración de fuerza, que lo llevó al punto de declarar que temía por su vida. El músico de 38 años y legislador, hasta hace un lustro un outsider de la política, fue arrestado varias veces y sus simpatizantes, de la actual Plataforma de Unidad Nacional, detenidos y reprimidos. El año pasado, además del anuncio de su candidatura presidencial, Wine fue electo presidente del partido. Este último comenzó a alertar sobre la crítica situación de los Derechos Humanos en el país, agravadas por el contexto pandémico, recibiendo atención en el extranjero, al llevar el caso ugandés al Tribunal Penal Internacional (TPI), a efectos de investigar las denuncias de la oposición.

Las protestas alcanzaron un tono crítico en noviembre cuando se saldaron con más de 50 muertes, producto de la represión estatal. Días atrás, por razones de seguridad, la familia de Wine huyó al exilio. Además, en la jornada de comicios el domicilio particular del principal candidato opositor fue tomado por militares, lo que el artista denunció y acusó de ser una expresa orden presidencial. Antes afirmó que era el ganador. Sin embargo, con el correr de las horas, los resultados comenzaron a indicar lo contrario.

 

Trayectorias diversas

Kyagulanyi, “el presidente del gueto”, como es conocido entre su público, nacido en 1982, creció en un barrio muy humilde de la capital, Kampala. Él sabe lo que son las privaciones y anhela lo mejor para el pueblo. Hizo campaña presentándose como un político de una nueva generación frente a la vieja política y, aunque sin un programa definido, planteó estar listo para trabajar por todo aquello que en más de 30 años Museveni no ha logrado pese a las promesas: acabar con la corrupción y el nepotismo, erradicar el estilo autoritario vigente y mejorar las condiciones de vida de las masas.

Por su parte, Museveni, que de líder revolucionario y panafricanista se convirtió en un autócrata conservador (como Robert Mugabe, de Zimbabwe, entre otros), se mostró en tanto campeón de la estabilidad y aseguró ciertas mejoras económicas, mostrándose como un gobernante eficiente para Occidente. Su llegada al poder acabó con un lustro de guerra civil y puso fin a un historial previo de golpes de Estado. De todos estos, tal vez el más conocido sea el que colocó al dictador Idi Amin en el poder, en 1971, famoso por su canibalismo, entre otras excentricidades, y por su intimidante corpulencia. Gobernante y ex pugilista apodado “el carnicero de Kampala”, Museveni participó en su caída, a través de una operación dirigida por la vecina Tanzania, en 1979. El Movimiento Nacional de Resistencia, el partido del actual mandatario, desde su imposición en el poder, maneja el país a su antojo y, si bien el titular de la presidencia ugandesa prometió democracia y estabilidad, las primeras elecciones tuvieron que esperar hasta 1996, con repeticiones posteriores ganadas cómodamente por el oficialismo pero que fueron motivo de sospecha en virtud de irregularidades. Museveni jugó la carta de reformas para continuar presentándose como candidato, por ejemplo al derribar la traba de límite de edad de 75 años para candidatearse, en 2017.

El anciano, que va por 40 años de gobierno, en el pasado tuvo acciones y gestos reprochables. En 1998 se alió a Rwanda y Burundi y declaró la guerra en la vecina República Democrática del Congo. Aprovechó la instancia, luego de la inversión de una alianza previa, para saquear los recursos de un país mucho más grande y muy superior en riquezas naturales, con complicidades externas, como la de Washington. Es la Segunda Guerra del Congo, cuyas secuelas abonan al presente la continuidad de un trauma que convierten al este del país agredido en el del peor conflicto armado (y olvidado) desde el término de la Segunda Guerra Mundial, con más de 5 millones de muertes estimadas desde que comenzó, a mediados de la década de 1990.

Museveni, de acusada homofobia, también fue noticia cuando emprendió una cruzada contra el colectivo LGBT, en 2014. Ese año en Uganda se discutió una ley antigay, que sancionaba hasta con pena capital el hecho de ser gay, entre otras penalidades que endurecían la legislación. Al final se dio marcha atrás con la pena de muerte debido a la presión internacional sobre todo, si bien en 2019 el presidente intentó reflotar ese aspecto puntual aunque luego Kampala lo negó. De todos modos, la homosexualidad continúa siendo ilegal en el país del África de los Grandes Lagos.

 

Relaciones con Washington

A pesar de haberse desmentido el apoyo del demócrata Joe Biden a la oposición ugandesa, en particular a Wine, el peso de los Estados Unidos en Uganda es importante, como lo prueba el apoyo militar tras la campaña en contra del grupo terrorista ugandés Ejército de Resistencia del Señor, cuyo líder, Joseph Kony, fue tendencia mundial en redes en 2012, perseguido por la nación más poderosa del mundo. En otro capítulo de la alianza, en enero de 2018, tras la declaración de “shitholes countries” de Donald Trump hacia los países africanos, Haití y El Salvador, el mandatario ugandés respaldó la expresión peyorativa del jefe de Estado estadounidense y la celebró por su franqueza.

El año pasado, las primeras tratativas de normalización de relaciones entre Sudán e Israel tuvieron lugar en una reunión en Kampala, también aliado del gobierno israelí. Museveni posee aliados claros y apoyo rural, más tradicional, que defiende el status quo, con 76 años y un poco menos de la mitad de su vida en el poder, mientras que Wine tiene la mitad de su edad, con la confianza depositada sobre todo en los sectores juveniles. Este último ha vivido casi toda su vida bajo un solo gobierno y la mayoría de la población no conoce otro gobernante más que Museveni. A riesgo de comprometer su vida, él es consciente de su continuidad como alternativa para acabar un modelo político vigente desde 1986. Esta polarización será el legado de unas elecciones, dentro de todo, tranquilas pero muy cuestionadas.

 

Publicado en:

https://www.clarin.com/opinion/uganda-hombre-va-40-anos-poder_0_zYI-y7VbR.html

https://www.cadal.org/publicaciones/articulos/?id=13428

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